Artículo Asofrucol Revista 20
En el ámbito privado, la cultura gremial cumple funciones clave, como lograr la competitividad, la innovación y la gestión social del conocimiento, para que sus miembros tengan un éxito sostenible. Artículo de Jorge Rocxo Martínez Díaz, coordinador socioempresarial ECA.
la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. se empleaba para designar una parcela cultivada, y tres siglos más tarde había cambiado su sentido como estado de una cosa, al de la acción: el cultivo de la tierra o el cuidado del ganado (Cuche, 1999: 10), aproximadamente en el sentido en que se emplea en el español de nuestros días en vocablos como agricultura, apicultura, piscicultura y otros. Por la mitad del siglo XVI, el término adquiere una connotación metafórica, como el cultivo de cualquier facultad. De cualquier manera, la acepción figurativa de cultura no se extenderá hasta el siglo XVII, cuando también aparece en ciertos textos académicos.
Dar importancia a la cultura en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitaremos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico dentro de un contexto social e histórico.
Se asume la cultura como aquel entramado de significaciones (Geertz, 1973) que tejen hombres y mujeres en el curso de la historia, a partir del sentido que le atribuyen a su entorno y a sí mismos. Podemos entender la cultura como producción, circulación y consumo de significaciones dentro de lo cual se vinculan aspectos significativos de la vida social como estilos de vida (Feixa) lenguajes, música, estéticas, creencias, códigos, formas de socialización, actitudes y valores[1] (Jaramillo 2000). Entendiendo así a la cultura, si bien no como única fuente de explicación de la realidad, sí como una dimensión fundamental e ineludible porque ella es de cualquier modo constitutiva, constituyente y explicativa de la realidad, pues la cultura es una mención simbólica presente en toda institución social y en todas las prácticas de los individuos.
Cabe también preguntarnos: ¿Qué pasa cuando la cultura sirve de pretexto para las conductas deshumanizantes como la colonización? ¿Por qué suceden este tipo de eventos en nombre propio de la cultura y el progreso? ¿Hasta dónde la cultura y el progreso sirven como excusa para derrumbar presupuestos morales establecidos históricamente por minorías locales? ¿Cómo podemos asegurar que existen culturas supuestamente universales que son inherentes al progreso y al desarrollo?
Así mismo, la cultura forma a un determinado individuo en su perfil intelectual, social y humano, conllevándolo a crear nuevas cosas en su entorno. Por tal motivo, debemos tener nuestro sello y a la vez nuestra propia Desde la antigüedad, se pueden encontrar metáforas que relacionan la práctica de algunas actividades con el “cultivo” del espíritu humano y las facultades sensibles e intelectuales del individuo. Por ejemplo, con el “cultivo” de la tierra, que es la agricultura. El cultivo fue el principio de la modalidad cultural. Si rastreamos históricamente el término “cultura”, encontramos que proviene del latín cultus, que a su vez deriva de la voz colere, que significa “cuidado del campo o del ganado”. Hacia el siglo XIII, el término se empleaba para designar una parcela cultivada, y tres siglos más tarde había cambiado su sentido como estado de una cosa, al de la acción: el cultivo de la tierra o el cuidado del ganado (Cuche, 1999: 10), aproximadamente en el sentido en que se emplea en el español de nuestros días en vocablos como agricultura, apicultura, piscicultura y otros. Por la mitad del siglo XVI, el término adquiere una connotación metafórica, como el cultivo de cualquier facultad. De cualquier manera, la acepción figurativa de cultura no se extenderá hasta el siglo XVII, cuando también aparece en ciertos textos académicos. Dar importancia a la cultura en nuestras vidas es fundamental para poder ejercitar la sensibilidad, el entendimiento, el razonamiento y la comunicación que necesitaremos aplicar en nuestro comportamiento social o ideológico dentro de un contexto social e histórico. Se asume la cultura como aquel entramado de significaciones (Geertz, 1973) que tejen hombres y mujeres en el curso de la historia, a partir del sentido que le atribuyen a su entorno y a sí mismos. Podemos entender la cultura como producción, circulación y consumo de significaciones dentro de lo cual se vinculan aspectos significativos de la vida social como estilos de vida (Feixa) lenguajes, música, estéticas, creencias, códigos, formas de socialización, actitudes y valores[1] (Jaramillo 2000). Entendiendo así a la cultura, si bien no como única fuente de explicación de la realidad, sí como una dimensión fundamental e ineludible porque ella es de cualquier modo constitutiva, constituyente y explicativa de la realidad, pues la cultura es una mención simbólica presente en toda institución social y en todas las prácticas de los individuos. Cabe también preguntarnos: ¿Qué pasa cuando la cultura sirve de pretexto para las conductas deshumanizantes como la colonización? ¿Por qué suceden este tipo de eventos en nombre propio de la cultura y el progreso? ¿Hasta dónde la cultura y el progreso sirven como excusa para derrumbar presupuestos morales establecidos históricamente por minorías locales? ¿Cómo podemos asegurar que existen culturas supuestamente universales que son inherentes al progreso y al desarrollo? Así mismo, la cultura forma a un determinado individuo en su perfil intelectual, social y humano, conllevándolo a crear nuevas cosas en su entorno. Por tal motivo, debemos tener nuestro sello y a la vez nuestra propia esencia, debido a que por el simple hecho de nacer en una determinada nación existen elementos que forman parte de nuestra vida. Por lo tanto, exige lo que se llama fidelidad y no adquirir por medio de la imposición o el consumismo, “la transculturización”.
La transculturización no es más que la adquisición de otras culturas, dejando a un lado nuestra propia idiosincrasia y costumbres vividas en un determinado territorio. Aquí radica la importancia de que cada uno de nosotros conozca lo mejor de nuestra cultura, aprendiendo a valorarla de forma tal que sirva de guía para nuestros hijos, familias y demás personas que residen en el territorio nacional como en el extranjero.
Funcionalismo estructural de la cultura gremial
En el ámbito público, la cultura gremial debe responder por la representación de intereses de sus asociados, como resultado de un proceso de diálogo de saberes, que ha sido estimulado a través de la comunicación humana, creando una cultura de horizontes compartidos. Para ello, es importante que se analicen y prioricen las necesidades de los productores, comercializadores, transformadores y demás actores clave en el encadenamiento productivo, lo cual le servirá de insumo para definir, promover y defender las políticas, normas y proyectos que beneficien al gremio en lo nacional e internacional.
No solo basta con la normatividad. Es importante desarrollar estrategias y mecanismos que le permitan influir e interrelacionar de manera eficiente la política nacional con los programas regionales, departamentales y municipales, donde la negociación con los gobernantes le permitirá ajustar la norma al contexto. Toma relevancia el capital relacional con el que se gestionan las alianzas y proyectos que le permitan mejorar los servicios ofrecidos a sus asociados, ya sean con recursos públicos, privados o mixtos.
En el ámbito privado, la cultura gremial cumple funciones clave, como son el lograr la competitividad, la innovación y la gestión social del conocimiento, para que sus miembros tengan un éxito sostenible. La competitividad se refiere a la capacidad que tiene el gremio de crear valor para los diferentes grupos sociales objetivo. La innovación es la competencia fundamental que le genera una verdadera base de diferenciación sostenible a partir de crear espacios de innovación colectiva, disponiendo de productos y servicios para la sociedad. La gestión social del conocimiento permite evidenciar los saberes que se producen desde el trabajo hermenéutico de los actores locales y no como una mera aplicación verticalista y pasiva dependencia de los expertos. Equidad y no igualdad.
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